“La libertad no es una filosofía y ni
siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en
ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No. En su brevedad
instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de
la naturaleza humana”. Octavio Paz
Si la vida te da limones ¡Haz limonada! Dice un dicho popular muy conocido.
Este dicho puede interpretarse de dos
formas, ambas bastante relacionadas, aunque desde perspectivas divergentes. La
primera interpretación, implicaría que aprovechemos las oportunidades cuando se
nos presentan para extraer de ellas lo
mejor. La segunda, en cambio, implica ver el lado positivo en cualquier
circunstancia, aún incluso, en las que nos son adversas. Independientemente de cuál perspectiva
elijamos, ambas interpretaciones nos hablan de una actitud personal ante la
vida.
Podríamos decir entonces, que
existen aquellos que saben aprovechar las oportunidades cuando se les presentan
y sacarle el mayor provecho posible, pero también existen los que por temor o
por ignorancia no logran distinguir las oportunidades y las dejan pasar. De
igual forma, existen las personas que se dejan abatir por sus circunstancias de
vida y otras que a pesar de las tormentas, encuentran siempre el lado positivo
y salen adelante con mayor facilidad.
¿A qué se debe que nos coloquemos en un grupo
o en otro? Quizá a nuestro carácter, pero también a nuestras creencias y
nuestra actitud. Todos hemos sabido de casos en que una persona se sobrepone a
sus circunstancias de vida, por ejemplo, a circunstancias de pobreza y abandono
logrando salir adelante y construir una vida digna y de servicio. Mientras,
existen otros, que contando con todas las oportunidades materiales posibles
terminan en conductas autodestructivas o nocivas para otros. Ejemplos podemos
poner muchos pero me concretaré a uno: Los atletas paralímpicos, quienes a
pesar de no contar con las capacidades de la mayoría de las personas, se
sobreponen a ello y alcanzan logros inimaginables.
La mayoría de las personas no vivimos
situaciones extremas que nos impidan tener una vida de calidad, sin embargo, no
logramos darle un cauce positivo y satisfactorio a nuestras vidas, ni hacemos
nada extraordinario con ellas. ¿Por qué? Me atrevería a decir que ello se debe a que nos dejamos envolver
por la rutina, dejando de percibir nuestra vida como un todo. Es decir que nos enfocamos en resolver los
problemas como se van presentando y dejamos de observarlos como parte de una
película completa que debe tener una trama y un desenlace. Nos volvemos autómatas
de nuestra existencia y de pronto nos olvidamos que ella tiene una razón de
ser, un objetivo que está por encima de nuestras circunstancias.
Todos tenemos las mismas posibilidades de disfrutar la vida
y ser felices independientemente de si la vida nos da limones dulces o agrios. Pero
para conseguirlo debemos sobreponernos a nuestras circunstancias y modificar
nuestras creencias de tal forma que eliminemos limitaciones reales o
imaginarias.
La primera condición para lograr
disfrutar más, es estar presente. Desafortunadamente muchas de nuestras rutinas
diarias las realizamos automáticamente sin tomar conciencia. Por ejemplo, no
nos percatamos de cómo llegamos a nuestro trabajo, porque vamos pensando en los
pendientes que tenemos o en los problemas de casa que dejamos al salir. Para
ejemplificarlo existe un cuento zen donde se dice que el discípulo preguntó al
maestro ¿cómo podía llevar la iluminación a la acción? ¿Cómo se practica en la
vida cotidiana? A lo que el maestro respondió: -Comiendo y durmiendo.
– Pero maestro, todo el mundo
come y todo el mundo duerme.
–Pero no todos comen cuando comen
y duermen cuando duermen.
Al estar presentes nos
percataríamos que cada día es una nueva oportunidad, una nueva vida para crear
en ella lo que deseamos crear.
La segunda condición para disfrutar la vida
es armonizar nuestro ser. Debemos entender que somos seres que cuentan con tres
naturalezas: el cuerpo, la mente y el espíritu. Y que en tanto no estén
equilibradas las tres, sentiremos que nos falta algo. Es decir, no sólo
necesitamos cosas materiales, también necesitamos amor y desde luego sentirnos
parte de algo más grande que nosotros. Si nos concretamos a satisfacer sólo un
aspecto, nos sentiremos siempre incompletos, vacíos y nunca podremos disfrutar
plenamente de lo que tenemos o hacemos.
La
tercera condición depende de las dos anteriores, pues al estar presentes y
armonizar nuestro ser haciendo lo que necesitamos para nosotros y por nosotros,
descubrimos que nuestra existencia es más satisfactoria de lo que imaginábamos
y entonces un sentimiento de contento y agradecimiento surge en nuestro
corazón.