jueves, 8 de agosto de 2013

Elecciones de Vida




La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana”.  Octavio Paz

Si  la vida te da limones ¡Haz  limonada! Dice un dicho popular muy conocido. Este  dicho puede interpretarse de dos formas, ambas bastante relacionadas, aunque desde perspectivas divergentes. La primera interpretación, implicaría que aprovechemos las oportunidades cuando se nos presentan para extraer de ellas  lo mejor. La segunda, en cambio, implica ver el lado positivo en cualquier circunstancia, aún incluso, en las que nos son adversas.  Independientemente de cuál perspectiva elijamos, ambas interpretaciones nos hablan de una actitud personal ante la vida.

Podríamos decir entonces, que existen aquellos que saben aprovechar las oportunidades cuando se les presentan y sacarle el mayor provecho posible, pero también existen los que por temor o por ignorancia no logran distinguir las oportunidades y las dejan pasar. De igual forma, existen las personas que se dejan abatir por sus circunstancias de vida y otras que a pesar de las tormentas, encuentran siempre el lado positivo y salen adelante con mayor facilidad.

 ¿A qué se debe que nos coloquemos en un grupo o en otro? Quizá a nuestro carácter, pero también a nuestras creencias y nuestra actitud. Todos hemos sabido de casos en que una persona se sobrepone a sus circunstancias de vida, por ejemplo, a circunstancias de pobreza y abandono logrando salir adelante y construir una vida digna y de servicio. Mientras, existen otros, que contando con todas las oportunidades materiales posibles terminan en conductas autodestructivas o nocivas para otros. Ejemplos podemos poner muchos pero me concretaré a uno: Los atletas paralímpicos, quienes a pesar de no contar con las capacidades de la mayoría de las personas, se sobreponen a ello y alcanzan logros inimaginables.

 La mayoría de las personas no vivimos situaciones extremas que nos impidan tener una vida de calidad, sin embargo, no logramos darle un cauce positivo y satisfactorio a nuestras vidas, ni hacemos nada extraordinario con ellas. ¿Por qué? Me atrevería a decir  que ello se debe a que nos dejamos envolver por la rutina, dejando de percibir nuestra vida como un todo.  Es decir que nos enfocamos en resolver los problemas como se van presentando y dejamos de observarlos como parte de una película completa que debe tener una trama y un desenlace. Nos volvemos autómatas de nuestra existencia y de pronto nos olvidamos que ella tiene una razón de ser, un objetivo que está por encima de nuestras circunstancias.

Todos tenemos  las mismas posibilidades de disfrutar la vida y ser felices independientemente de si la vida nos da limones dulces o agrios. Pero para conseguirlo debemos sobreponernos a nuestras circunstancias y modificar nuestras creencias de tal forma que eliminemos limitaciones reales o imaginarias.

La primera condición para lograr disfrutar más, es estar presente. Desafortunadamente muchas de nuestras rutinas diarias las realizamos automáticamente sin tomar conciencia. Por ejemplo, no nos percatamos de cómo llegamos a nuestro trabajo, porque vamos pensando en los pendientes que tenemos o en los problemas de casa que dejamos al salir. Para ejemplificarlo existe un cuento zen donde se dice que el discípulo preguntó al maestro ¿cómo podía llevar la iluminación a la acción? ¿Cómo se practica en la vida cotidiana? A lo que el maestro respondió: -Comiendo y durmiendo.

– Pero maestro, todo el mundo come y todo el mundo duerme.

–Pero no todos comen cuando comen y duermen cuando duermen.

Al estar presentes nos percataríamos que cada día es una nueva oportunidad, una nueva vida para crear en ella lo que deseamos crear.

La segunda condición para disfrutar la vida es armonizar nuestro ser. Debemos entender que somos seres que cuentan con tres naturalezas: el cuerpo, la mente y el espíritu. Y que en tanto no estén equilibradas las tres, sentiremos que nos falta algo. Es decir, no sólo necesitamos cosas materiales, también necesitamos amor y desde luego sentirnos parte de algo más grande que nosotros. Si nos concretamos a satisfacer sólo un aspecto, nos sentiremos siempre incompletos, vacíos y nunca podremos disfrutar plenamente de lo que tenemos o hacemos.
La tercera condición depende de las dos anteriores, pues al estar presentes y armonizar nuestro ser haciendo lo que necesitamos para nosotros y por nosotros, descubrimos que nuestra existencia es más satisfactoria de lo que imaginábamos y entonces un sentimiento de contento y agradecimiento surge en nuestro corazón.