“Mediante la implementación de la práctica de amor y compasión, naturalmente viviremos una vida no violenta de amor y de compasión. Ayudar a los demás y no dañarlos son trabajos de la no violencia. Tenemos que desarrollar amor, compasión y perdón para desarrollar paz interior y naturalmente esa paz dará lugar a conductas no violentas..”. Dalai Lama
En nuestra entrada
anterior hablábamos de vislumbrar el destino común. Si podemos imaginar ese
destino y sentirlo de corazón, podremos entonces modificar nuestros patrones de
pensamiento y acción para mejorar la realidad que vemos todos los días.
Unas preguntas para reflexionar: ¿Te gusta lo que ves en tu
realidad? ¿Te gusta lo que ves cuando sales a la calle? Quienes habitamos las grandes urbes vemos a diario
gente indigente buscándose la vida en los semáforos y las calles; autómatas con
rostro de tristeza, hastío, decepción por todos lados; desesperanza, enojo,
individualismo. Si esa realidad que hemos creado no nos gusta, no se necesita
mucho para ir cambiando nuestro entorno, pues todos somos cocreadores de
la realidad que observamos.
A veces pensamos
que el cambio debe iniciarse en los
sistemas y las masas. Es decir que, los que tienen que cambiar primero, son
nuestros políticos y la gente de poder, para luego cambiar todos los demás.
Desde luego ellos, como todos los demás,
tienen que hacerlo. Pero estoy convencido, de que el cambio sólo se generará en
ellos cuando se genere a nivel individual. Es decir, que el cambio debe empezar
por uno mismo.
¿Quién entonces
puede empezar el cambio? Puede iniciarlo cualquiera que desee que las cosas cambien:
Yo, tú, quien no se sienta satisfecho en esa realidad que hemos creado. Si has
escuchado sobre la teoría del centésimo mono, entenderás lo que te digo; si no,
simplemente con que sepas que tu comportamiento puede ser emulado por las
personas de tu entorno y contagiado a otras, es suficiente para entender que si
alguien empieza puede desarrollar una reacción en cadena que haga que los
sistemas se modifiquen a nivel global.
Así que, si
deseamos cambiar las estructuras y sistemas, deberemos modificar nuestro comportamiento habitual y
enseñar a otros a modificarlo, tarea que sólo puede partir desde el interior,
no por decreto, ni por violencia o manipulación, sino por convencimiento
personal. Y así, al cambiar nuestro pensamiento y nuestras creencias
individuales, en un efecto de contagio, nuestras creencias colectivas cambiarán.
Lo primero que
debemos comprender es que todos pertenecemos al mismo universo y, como parte de
él, todos interactuamos y nos afectamos
mutuamente. Cuando entendemos que si dañas a otro te dañas a ti mismo,
que si ayudas a otro, nos ayudamos todos. Entonces, podemos iniciar el cambio,
así de simple, aunque quizá no sea tan fácil darnos cuenta.
En el día a día
tenemos muchos ejemplos de lo que podemos hacer para ir cambiando nuestro entorno
poco a poco.
Cambia, por ejemplo cuando ayudamos a otro a
levantarse después de una caída, asistimos
a un invidente a cruzar la calle; sedemos el paso a alguien al cruzar
una puerta, una calle, un semáforo; recogemos la basura tirada en una acera;
sonreímos a alguien al pasar. En fin, cuando ayudamos a otros, porque nuestra
acción no sólo beneficia a quien ayudamos, nos beneficia doblemente a nosotros.
Primero porque nos hace sentir mejor y segundo porque, sirve de ejemplo
para inspirar a otros y hacerlos
reflexionar sobre su propia conducta.
¡Qué distinto
sería el mundo si cada uno de nosotros tomara su responsabilidad de hacer un
mundo mejor para sí mismo y para todos!
Para hacernos el
habito de estas pequeñas acciones que nos hacen más fácil la vida, te
recomiendo que la próxima vez que vayas a hacer cualquier cosa, antes de actuar
reflexiones en lo que sentirías tú, si lo que vas a hacer fuera dirigido a ti.
Porque está garantizado que si lo lanzas al universo, el universo te lo
devolverá en algún momento. Si lo que lanzas al universo es positivo, lo que
recibirás será igual, pero si lo que lanzas es negativo, lo sufrirás tanto o
más que aquellos sobre quienes lo lanzaste.
Piensa por
ejemplo, antes de burlarte de un compañero por lo que tú consideras sus
defectos, ¿cómo te sentirías si alguien dirigiera esa burla contra ti?
Y si quieres
insultar o dañar a alguien piensa ¿Qué
sentirías si el insulto o daño fuera dirigido a ti y lo escucharas en boca de
la persona que más ames?
Si lo que
necesitamos en este mundo es belleza, amor, compasión y paz para ser felices,
lancemos eso con cada una de nuestras acciones al universo para ver
transformado nuestro entorno.
Esa es la
única forma en que podremos modificar al mundo, no lo lograremos con guerras,
descalificaciones, odio, temor o violencia. Sólo con la voluntad de hacer las
cosas tal y como nos gustaría
experimentarlas para nuestro mayor bien y felicidad.