viernes, 8 de marzo de 2013

Amor vs. Miedo

“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma” 
      Aldous Huxley 
 
Una visita al Museo de Memoria y Tolerancia, me puso a reflexionar sobre los motivos que nos impulsan a actuar. Sobre lo que nos lleva a tomar una decisión, defender un punto de vista, reaccionar de una manera determinada ante las circunstancias de la vida.
A veces pensamos que tenemos un sin número de razones para actuar. Al observar nuestro devenir histórico pensamos que actuamos movidos por odio, intolerancia, marginación, ignorancia, o movidos por la compasión, el respeto, la justicia.  Pero si analizamos todas nuestras decisiones, bajo la superficie solo encontraremos dos razones. De la que tú elijas dependerá tu manera de comportarte ante los demás y ante ti mismo.
Pongamos como ejemplo lo que observé en el Museo sobre los genocidios ocurridos durante el siglo XX y lo que va de éste. Para este ejercicio me gustaría que, de entrada, no juzgues a los perpetradores de esos genocidios.  Antes bien, te propongo que trates de ponerte en los zapatos de un habitante común y corriente de esos lugares, en el tiempo de las masacres. No importa si  eliges la Alemania Nazi,  Ruanda, Guatemala, Darfur, los Balcanes, etc. Piensa entonces ¿Cuál habría sido tu comportamiento de estar allí en el momento de los genocidios? Elige alguna de estas tres alternativas:
A) ¿Te hubieras unido a los genocidas en la matanza?
B) ¿Te quedarías al margen  pensando que no es tu problema?
C)  ¿Serías de los que trataron por todos los medios de ayudar a las víctimas a salvarse, aun a riesgo de perder su propia vida?
De entrada, parecería muy fácil, para la mayoría, culpar a los genocidas y condenarlos, lo haríamos sin contemplación alguna. Sin embargo, al ver lo expuesto en el museo, uno se pone a pensar en ¿Cuál fue la participación de la sociedad en general ante la situación? ¿Por qué no condenaron las acciones violentas al unísono y detuvieron la matanza? De entrada siempre se juzga a los líderes políticos como a Hitler. Pero ¿y la sociedad? Muy pocas veces se juzga a esos seres anónimos que estuvieron allí y cuáles fueron sus acciones. Por ello mi pregunta ¿Cuál de las tres sería tu postura?
La mayoría te apuesto a que diría que condena las masacres y defiende a las víctimas. Pero te tengo una gran sorpresa al respecto: En genocidios como el de la segunda guerra mundial, la mayoría de la población alemana adoptó alguna de las dos primeras opciones de respuesta que te mencioné, es decir que, o estuvieron a favor del genocidio e incluso participaron en él, o simplemente se hicieron de la vista gorda porque, no era su problema, al no ser judíos y, sólo un pequeño porcentaje, fueron los que se comprometieron con los grupos afectados para salvarles.
De tal forma que si tú o yo, participáramos ahora en una situación de lesa humanidad, solaparíamos la ideología de los perpetradores, o estaríamos abiertamente a su favor. ¿Lamentable no? Pero desafortunadamente real.
¿Qué nos impulsa a actuar de esa forma tan inhumana?    La respuesta es algo muy humano: El Miedo. Miedo a ser señalado por opinar diferente, a perder los bienes materiales o los privilegios sociales, miedo a perder a un ser querido, a ser rechazado por los otros o miedo a perder la propia vida.     
¿Qué impulsa a las personas que se encuentran en el tercer grupo a comprometerse con las victimas aún a riesgo de su propia vida? El Amor.
En realidad, si lo analizamos de forma simplificada, veremos que El Miedo y el Amor son las únicas dos opciones que nos impulsan a actuar. Durante la segunda guerra mundial el arma más empleada por Hitler y su ministro de propaganda fue el infundir miedo en la población general para que permaneciera al margen de sus matanzas e incluso los apoyara.
Elegir la primera implica dar paso a la desconfianza, a los juicios de valor, a las comparaciones y desde luego a las descalificaciones hacia los que no son o no piensan como uno, y cuando sentimos todo esto, nuestra reacción innata es atacar y matar, como ocurrió con los judíos en la Alemania Nazi.
Elegir la segunda, en cambio nos lleva a valorar a los otros, a confiar en ellos a sentir compasión por ellos, a poderles entender y apoyar, incluso en detrimento de nuestro propio bienestar.
Para no repetir nuestra historia genocida, debemos aprender a eliminar el miedo y practicar más el amor.  ¿Cómo se elimina el miedo? Es una pregunta muy compleja de responder, y a la vez muy sencilla: A través del Amor.
Pero el verdadero amor es algo que no conocemos comúnmente, pues nuestras creencias, carencias y falta de desarrollo como seres humanos nos lo impiden. De tal forma que no es fácil elegirlo como acción hasta en tanto no hemos crecido lo suficiente en nuestro interior como para ser capaces de experimentarlo. Amar significa conocimiento, aceptación y respeto por lo que somos y es una condición que debe surgir del interior antes de poderse manifestar en el exterior.  Por ello, el amor incondicional, que por cierto es la única forma de amar,  no se puede ofrecer a otros hasta que no se experimenta en uno mismo. Si uno no se ama a sí mismo, no puede amar a otros.
Mi invitación hoy es a que practiques el amor a ti mismo y que visites el Museo de Memoria y Tolerancia ubicado en Av. Juárez, dentro del conjunto formado por la Secretaría de Relaciones Exteriores y los tribunales familiares.