"No hay errores, no hay coincidencias. Todos los eventos son bendiciones que se nos dan para aprender de ellas". Elisabeth Kübler-Ross
A los seres humanos, por lo
general, nos da por sólo ver un lado de toda la historia. No somos capaces de
observar la vida en su conjunto, sino en pequeños detalles: Cuando la fortuna
nos sonríe, regularmente olvidamos las épocas desafortunadas y viceversa,
cuando nos encontramos pasándola mal, olvidamos los momentos felices. ¿No te ha
pasado? Te confieso que a mi me pasa continuamente, suelo sólo ver una parte
del panorama, solo algunos detalles, no la pintura completa que es la vida.
La desventaja de este tipo de
visión es que a veces perdemos de vista lo realmente importante por observar
solamente los detalles. ¿A qué me refiero con los detalles? Bueno, para explicártelo
mejor hagamos un ejercicio: Hagamos un viaje en el tiempo hacia el futuro,
justo al momento de tu partida de este mundo, en el umbral de la muerte ¿De qué
te lamentarías en esa situación?
Según un texto atribuido a Nadine
Stair, la mayoría de las personas se
lamentan, al final de su vida, de no haber disfrutado lo suficiente, por
ejemplo: les gustaría haberse relajado más, reírse más, hacer lo que les
gustaba más frecuentemente, tomarse menos en serio las cosas, haberse
preocupado menos, disfrutar cada momento
sin preocuparse por el futuro, atreverse y arriesgarse más, ser menos cautos y
más espontáneos. Sin embargo mientras nos encontramos viviendo no pensamos en
esas cosas que nos podrían hacer realmente felices, por el contrario nos
preocupamos de trabajar, de pagar deudas, de comprar cosas, en lugar de vivir.
¿Qué pasaría si, en lugar de
enfocarnos en esas cosas que al final de nuestra existencia no tienen realmente
importancia, pudiéramos concentrarnos en ver realmente el cuadro completo y
decidiéramos en función de esa imagen completa nuestras acciones? Te apuesto a
que entonces empezaríamos a considerar las cosas de una manera muy distinta.
Empezaríamos a realmente disfrutar de cada momento, porque cada momento que
vivimos es un milagro que no deberíamos desaprovechar.
Quizá al escuchar que cada
momento es un milagro te quedes pensando que se necesita ser muy idiota para
considerar un milagro trabajar largas
jornadas, que tu jefe te insulte o te haga sentir mal o que te hayas pasado una
hora en el trasporte colectivo recibiendo empujones, o cualquier otra cosa que
consideres negativa que te esté ocurriendo en este momento. Pero es justo
cuando nos enfocamos en esas cosas “negativas y pequeñas” cuando dejamos de ver
todo el cuadro de nuestra existencia. ¿Qué son esos detalles comparados con la
posibilidad de respirar, de tener salud, de saberse amado por otros, de contar
con amigos que nos apoyan, de vivir pues y tener la oportunidad de compartir?
Si aprendemos a apreciar y dar
importancia a lo positivo en nuestras vidas, nos daremos cuenta de que nuestra
existencia está completa y de que no necesitamos de mucho para disfrutarla
plenamente.
Para cambiar nuestra perspectiva
y poder ver la pintura completa solo basta abrir nuestros sentidos y dejar fluir
por ellos todas las maravillas que se nos ofrecen día con día. Estos últimos
días por ejemplo hemos disfrutado de hermosos cielos despejados, de un sol
radiante, de tardes de viento que limpian el aire. Como ese detalle que nos
regala el universo existen muchos más todos los días: La sonrisa de un ser
querido, el abrazo de algún amigo, la sensación de estar sano y podernos mover con
facilidad, la satisfacción de un trabajo bien realizado, etc.
Te invito entonces a abrirte a la
vida y a valorar todas sus maravillas, eso automáticamente te llevará a un
estado de perfección, amor y paz interiores que denominamos regularmente
Gratitud. Es una emoción que se aloja en el centro de tu ser y que te hace
sentir que la vida es perfecta como es y que tiene sentido en sí misma no
importa lo que ocurra en ella. ¿Lo has sentido? Si no lo has sentido
últimamente te invito a encontrarlo y sentir que al ver todo de esta
perspectiva vemos lo sagrado y milagroso en todo lo existente.