sábado, 26 de mayo de 2012

DAR


Dar es la expresión máxima del ser auténtico y del amor incondicional. Pero, en ocasiones, no entendemos su significado real.

Regularmente identificamos el dar con desprendernos de cosas materiales que nos sobran o que ya no nos sirven, pretendiendo con ello hacer caridad. Pero eso, no necesariamente, puede identificarse con dar.

El verdadero dar, entonces, no parte de la necesidad de desprendernos de cosas  que ya  no queremos o de dar lo que nos sobra. El verdadero dar parte de una intención interior, espiritual, de una necesidad interna de compartir con los demás lo que la vida nos regala con la finalidad de generar su multiplicación, que siempre incide, creámoslo o no,  en la multiplicación de los bienes y de la felicidad para todos.

¿Cómo es que desprendernos de algo, sea material o no, logra su multiplicación? Generalmente pensamos que dar significa dividir y restar, no multiplicar y sumar. Y efectivamente, puede significarlo, si nuestra intención no es la correcta. Pongamos algún ejemplo para entender cómo funciona el dar en la práctica:

Digamos que alguien presta dinero a otro que necesita y cuando lo hace, independientemente de que lo tenga de sobra, le pregunta, no el motivo para lo que se requiere el dinero, no la situación que orilla a pedir, sino ¿cuándo me lo devolverás? ¿No te puedes apañar con menos? Y a sus respuestas, no importando cuáles hayan sido y sin importar la urgencia de las mismas, te contesta ¡No te puedo prestar tanto! Te presto la mitad y necesito que me lo devuelvas en quince días.

Esa personas ¿estará dando de verdad? ¿Estará ayudando a alguien de verdad? No. Pues su intención no es desprenderse de sus pertenencias para ayudar al otro. Es una simple negociación de la que espera sacar algún provecho, tal vez el agradecimiento, el sentirse bondadoso a sus propios ojos o el  obtener la lealtad del otro.

Pero su intención hará que no obtenga a cambio más que su dinero, no habrá multiplicado ni sumado nada, pues nadie le agradecerá lo que hizo, ni lo verá como una persona bondadosa, ni obtendrá la lealtad de nadie. En consecuencia esa persona se sentirá disminuida y engañada al dar.

En cambio, alguien que observa la aflicción de otro y se detiene a preguntarle lo que le ocurre y contribuye a aliviar el dolor; sino con bienes materiales, con su escucha y su apoyo, obtendrá un nuevo amigo, un aliado que devolverá lo que recibió de la misma forma en que lo haya recibido y que dará además un agradecimiento, con lo cual, quien dio, habrá sumado a sus bienes mucho más de lo dado y habrá multiplicado su bienestar con el bienestar de otro.

Por ello Jesús dijo: No mires lo que das, sino la intención con que lo das. Si tu intención surge del corazón, con el deseo gozoso de servir a los otros, estará garantizado que obtendrás más de lo que hayas dado en un principio y contribuirás a que otros también tengan más.

La naturaleza nos da ejemplo de la intención verdadera del dar a cada paso, eso lo descubrí cuando alguien me preguntó ¿Qué te pide un manzano para darte manzanas? ¿Acaso te pide que lo alabes, le agradezcas o lo recompenses por las manzanas que te da? No, no lo hace y sin embargo ¿Alguna vez recibes de él otra cosa que no sean manzanas? ¿Te da alguna vez limones por no lo alabarlo o agradecerlo? No, no lo hace, siempre, lo trates como lo trates, te dará manzanas ¿Alguna vez retiene sus manzanas o las dosifica pensando en que si te las da se le acabarán? No. Lo mismo hace el sol, el agua, no te condicionan sus favores a que tú te portes bien con ellos o les des algo a cambio.

¿Por qué entonces los humanos pretendemos siempre atesorar cosas materiales o emocionales? Por un sentido de carencia que nos produce miedo, pensamos que si damos demasiado a los demás perderemos lo que tenemos y nos quedaremos sin nada para el futuro. Pero la realidad no es así, entre más damos más recibimos y generamos mayor bienestar. Las situaciones de carencia en nuestro planeta se derivan de que algunos atesoran demasiado impidiendo que otros tengan lo necesario.
Cierro con una frase extraída de Un curso de Milagros: Para poder tener, da todo a todos.

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