“Todo lo que somos es el
resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está
hecho de nuestros pensamientos”. Buda
En la entrada pasada hablábamos
del libre albedrío, postulando que, en realidad, por más que lo queramos negar,
tenemos la total libertad de actuar y también, por supuesto, la total
responsabilidad por nuestras acciones.
Cierto que a veces actuamos por
desconocimiento, no por mala fe, pero aún así, las consecuencias de nuestras
acciones no se atenúan. De tal forma que, para no cargar con las consecuencias
negativas de nuestros actos, debemos actuar de manera consciente y con visión
amplia.
Con mucha frecuencia perdemos de
vista que el ser humano es sólo otra
especie en el planeta junto con miles de otras especies de animales y plantas. Hemos olvidado que somos parte de la
naturaleza y que como tal, nuestra convivencia con todos los demás componentes
del planeta debe ser armónica, de mutuo respeto y beneficio, pues de lo contrario,
no solo ponemos en riesgo a otras especies sino a nosotros mismos.
En la actualidad el ser humano
individualista no alcanza a percibir la trascendencia de sus actos a cabalidad,
de otra forma no se entiende que continuemos haciendo lo que hacemos. No
tenemos más que ver a nuestro alrededor para encontrar acciones incomprensibles.
Te pongo algunos ejemplos que todos podemos ver día tras día: Las personas que
tiran basura en la calle a sabiendas de que nuestro servicio de limpia es
ineficiente y esa basura se quedará allí y tapara el drenaje provocando
inundaciones y contaminación que afectará a todos; Los amantes de las mascotas
que las sacan a pasear y no recogen sus heces provocando que eso se traslade al
aire que todos respiramos; Los que desperdician el agua o la contaminan sin
pensar que es un bien escaso en la naturaleza; Los que tiran basura en las
playas contaminando nuestros mares y las especies que en él habitan; y podría continuar enumerando un sinfín de
situaciones en donde, por desconocimiento, por pereza mental o por simple
estupidez nos afectamos a nosotros mismos y afectamos a otros.
¿Cómo podemos hacer que nuestras
acciones sean más conscientes y armónicas para el planeta y para nosotros como
seres humanos? Quizá podríamos obtener mejores resultados si por principio de
cuentas antes de tomar cualquier decisión para actuar, nos detenemos a pensar
las cosas un poco y meditamos en las consecuencias que tendrán nuestros actos.
En el caso de la persona que tira basura en la calle, por ejemplo, podría
pensar ¿Qué pasará con ese papel o este
plástico si lo tiro en la calle? Es muy fácil darse cuenta de lo que ocurrirá:
se quedará vagando por las calles hasta que se desintegre, lo cual será en
aproximadamente un año si es papel y 100 años si es plástico, pero si se
atraviesa la época de lluvia, esa basura se irá a la coladera provocando que, junto con otros objetos
tirados, se forme una pila de basura que tapará las coladeras, para luego irse
al drenaje y contaminar las aguas y el subsuelo con la celulosa y toxinas, que contienen. En cambio si esa basura la
deposito en un contenedor adecuado para su reutilización o reciclado, podré
evitar la tala de árboles, podré evitar que mis alimentos y aire se contaminen
con toxinas, podre evitar la contaminación del subsuelo y eso mejorara la vida
y la salud de todos.
Tal vez pienses, no sabía todo
eso, pero en esos casos lo que puedes hacer antes de tomar una decisión es
informarte, una decisión informada será siempre una mejor decisión. Así que no
saber algo no es excusa para dañarte o dañar a otros, pues en esta época de
sobre información puedo conocer todo lo que desee, rápidamente, en cuestión de
segundos o minutos.
Por último al tomar una decisión
debo pensar también si en realidad necesito hacer eso que quiero hacer y si
hacerlo sirve a otros y a mí mismo. Por ejemplo las personas que fuman
regularmente saben que fumar daña sus pulmones y su corazón, pero además de
ello, sí aún así quieren fumar, también
deberían considerar que si fuman en su casa estarán contaminando las vías
respiratorias de su familia, pues los estarán convirtiendo en fumadores pasivos,
quienes reciben hasta tres veces más
nicotina y alquitrán que el fumador y hasta 5 veces más bióxido de carbono, con
lo cual sus afecciones respiratorias pueden ser aún mayores que las del
fumador. ¿Qué puede impulsarlos entonces a convertirse en agentes de la enfermedad
de su familia?
Concluyendo: para tomar acciones
conscientes debo pensar, informarme y preguntarme si lo que haré me servirá y
servirá a otros. Si mis acciones no cumplen estas tres condiciones, es mejor
que no las lleve a cabo.
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