“Nuestros problemas se deben a un apego apasionado a las cosas y a deseo
que nunca se satisfacen por completo, entonces generan aún más angustia.
Percibimos a las cosas como entidades permanentes. En el empeño de conseguir estos
objetos de nuestro deseo, empleamos la agresión y la competencia como
herramientas supuestamente eficaces, y nos destruimos cada vez más en el
proceso..” Dalai Lama
Nuestro sufrimiento proviene de
un mal manejo de lo que denominamos apegos. Quizá te preguntes ¿Qué son los
apegos? Se pueden definir como esa vinculación afectiva intensa a las cosas,
las creencias, las personas etc. Es decir, una obsesión por algo o por alguien
que te impide disfrutar de las cosas por
miedo a perderlas. Regularmente esos apegos condicionan nuestro actuar y nos
impiden vivir con verdadera libertad y conciencia.
A veces, distinguir esos apegos
es difícil, pues provienen de creencias que llevamos muy arraigadas y que
pueden ser incluso socialmente aceptadas. Sin embargo se vuelven conflictivas
cuando, sin percatarnos, empiezan a gobernar nuestra vida impidiéndonos
disfrutarla.
En nuestra sociedad occidental,
según Wayne Dyer, existen siete categorías principales de apegos, a saber: A
las cosas, las personas, al pasado, al cuerpo, las ideas, al dinero, y al
triunfo. Y en mayor o menor medida, todos padecemos una o varias categorías de
apegos, aún cuando no lo sepamos.
Todos entramos en contacto con
todas estas cosas, personas o creencias y forman parte integral de nuestras
vidas cotidianas, es más, podríamos afirmar que estar en contacto con ellas, es
de lo que se trata la vida en realidad. Sin embargo, no es lo mismo estar en
contacto con ellas y necesitarlas para vivir que estar apegado a ellas. ¿Cuál
es la diferencia te preguntarás? La diferencia principal es una: La
dependencia, o su contraparte, la independencia de ellas.
Te lo explico: No es lo mismo
utilizar las cosas para darnos satisfacción, que pensar que las cosas nos dan
valor como personas. Tampoco es lo mismo amar a una persona, que pensar que, tu
vida depende de que ella te corresponda en el sentimiento y este a tu lado
siempre. No es lo mismo valorar las tradiciones y recuerdos, que vivir sólo
pensando en ellos y pretendiendo que las cosas nunca cambien. Tampoco es lo
mismo cuidar de nuestro cuerpo para que se encuentre saludable, que
obsesionarme con estar a la moda, en un peso X, o entristecerme porque la
belleza corporal y la juventud se acaban con el tiempo. No es lo mismo creer
una determinada cosa que pretender que todos los que no creen lo mismo están
equivocados y tratar de erradicar su equivocación a todo precio. Tampoco es lo
mismo saber que en una sociedad capitalista requiero del dinero para hacer
transacciones que pretender que éste puede comprar todo o que aquél que no lo
posee no vale nada. Por último, no es lo mismo pretender ganar a toda costa,
incluso dañando a otros, que amar lo que se hace y hacerlo con júbilo y tesón
obteniendo satisfacción del éxito, sin competir por él.
Como puedes ver, la diferencia
entre la dependencia y la independencia de las cosas es muy sutil, y a veces,
difícil de identificar en nosotros mismos. Es más fácil, como dice el dicho
popular, ver la paja en el ojo ajeno que adivinarla en el nuestro. Nos
percatamos fácilmente de las obsesiones de los demás y decimos aquel es un
materialista, este otro es un acosador, aquel otro es un bulímico, el de más allá
un fanático religioso, etc. Pero
difícilmente nos percatamos de nuestros propios apegos y a la larga el no
distinguirlos y trabajarlos nos hará sufrir.
Una forma muy sencilla de
descubrir tus apegos es pregúntate ¿qué pasaría si en este momento todas esas
cosas, personas o creencias que conforman tu vida desaparecieran de tajo? ¿qué
sentirías?¿podrías seguir existiendo sin ellas? Sí el sólo pensarlo te hizo
sufrir y tu respuesta es que tu vida terminaría si pierdes eso, o que no sabrías
como seguir viviendo sin eso, significa que sientes apego y que tarde o temprano sufrirás por ello.
Con la finalidad de ir trabajando
los apegos y entenderlos, reflexionemos en la vida misma, todos sabemos que
nada de lo que creamos para esta vida nos acompaña al salir de ella. No nos
llevamos nada al morir ¿para qué sirve entonces obsesionarnos con ello si al
final tendremos que abandonarlo todo?
Lo importante es saber que todo
en esta vida es impermanente y que nuestro valor no depende de las cosas,
personas o creencias que poseamos, nuestro valor depende solamente de lo que
somos. Mientras más nos aferramos a algo, más sufrimos cuando desaparece.
Mientras más independiente somos de todo, más podemos disfrutarlo.
Concluyo con una parábola: No
puedes apresar el agua del río entre tus manos, pero puedes disfrutar de su
frescor en ellas mientras corre. De igual forma, debes dejar que todo lo que
entra en tu vida cumpla su propósito y te proporcione disfrute, hasta en tanto
su fluir lo determine, dejándolo entonces partir libremente.