miércoles, 4 de septiembre de 2013

Unidad


“Un ser humano es una parte del todo llamado por nosotros «Universo», una parte limitada por el tiempo y el espacio. Él experimenta su propio ser, sus pensamientos y sentimientos, como si estuvieran separados del resto, lo cual es una ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión para nosotros, que nos obliga a ser fieles a nuestros deseos personales y a sentir afecto sólo por aquellos que nos rodean. Nuestra tarea debe consistir en escapar de esa cárcel, ampliando nuestro círculo de simpatía hacia los demás para acoger con los brazos abiertos la belleza que encierran todas las criaturas vivientes y la naturaleza.”      Albert Einstein.

 

Los seres humanos necesitamos pertenecer a algo más grande que nosotros mismos, necesitamos sentir que somos aceptados y valorados en un grupo. Empezamos ese peregrinar en busca de la aceptación con nuestras familias. Si corremos con suerte, en ese tránsito aprenderemos la importancia del apoyo mutuo y de ver por el bien común para el mejor desarrollo de todos sus integrantes. Eso, a su vez, nos ayudará, conforme crecemos, a entender la necesidad de colaboración con los otros para seguir desarrollándonos de forma adecuada en los círculos de trabajo y amistades. Y si todo eso sale bien, ello nos llevará a entender que formamos parte de un grupo todavía más grande: la raza humana y que igual que hacemos con nuestra familia, amigos, colaboradores, compatriotas, etc. debemos solidarizarnos con todos los que conformamos ese gran grupo y apoyar su desarrollo, porque de ello depende el nuestro.
 
Para desgracia de ese gran grupo humano que conformamos todos, generalmente no alcanzamos la madurez necesaria para ver más allá de nuestros pequeños grupos de referencia y al no llegar a la madurez necesaria, partimos de creencias parciales que dañan a otros y nos dañan también a nosotros mismos, pues el Todo que somos, no puede estar en armonía si alguna de sus partes no lo esta.
 
La principal creencia errónea que albergamos consiste en pensar que para que nosotros tengamos algo, es necesario que los otros lo pierdan. Esa creencia nos lleva a competir, a separar, a restarle oportunidades y valor a otros, perderles el respeto y luego, cuando ya pensamos que no son iguales a nosotros, a esgrimir esa superioridad para privarlos de sus derechos elementales.
 
Una vez que nos declaramos distintos de aquellos que no pertenecen a nuestro grupo, eso nos lleva a la segregación, el racismo, la intolerancia y la violencia. El pensamiento que nos guía en esas acciones es que debemos preservar nuestro pequeño grupo, llámese familia, amigos o colaboradores por encima de los grupos de “otros”. Es así como llegamos a creencias tan absurdas como que la raza blanca es superior a las otras razas, o que una religión es la verdadera y otras son falsas, o que una nacionalidad y unas fronteras ilusorias definen nuestra identidad.
 
¿Se obtiene algún beneficio de este pensamiento erróneo? Pensamos que sí y por ello lo practicamos, pero la verdad es que lo único que se ha conseguido con él son guerras, muertes, destrucción masiva, como actualmente vivimos en Siria, Egipto, Irak.
 
En realidad estas creencias erróneas pueden expresarse de una manera muy sutil, pero igualmente nociva. Por ejemplo en las críticas que hacemos de alguien porque no piensa ni actúa como uno. O en segregaciones que llamamos obvias como las distintas clases de asientos en un transporte, como la “premier y turista” en los aviones. O, por ejemplo, en servicios especiales para determinadas personas: Servicios para empleados y servicios para ejecutivos y clientes. Todas ellas van haciendo distinciones entre los seres humanos, haciendo a algunos “más importantes” que a otros, generalmente en función de sus posesiones materiales. Lo que no vemos en el proceso es que, sin importar lo sutiles que sean, dichas creencias, a la larga, desembocan en lo mismo.
 
Para modificar esas creencias quizá podamos hacer un ejercicio de imaginación: Imaginemos que la humanidad en su conjunto es como tu cuerpo (lo cual se asemeja a lo que realmente es) una inconmensurable conjunción de células con la misma esencia, pero con una función diferenciada cada una ¿parecida a la humanidad no? Ahora pensemos en lo que tu cuerpo necesita para crecer y desarrollarse: Necesita que lo cuides, lo alimentes correctamente, lo ejercites, y necesita que todas estas acciones se hagan con equilibrio y abarquen a todo el cuerpo para que sus resultados se traduzcan en bienestar para todo el sistema porque si alguna parte del cuerpo se daña, todo el cuerpo se afecta.
 
Ahora pensemos que ese cuerpo enferma de cáncer. El cáncer es el desarrollo anormal de ciertas células, debido precisamente a una falta de equilibrio (primero emocional y luego físico) las cuales empiezan a acaparar los nutrientes para sí, con lo que empiezan a crecer y multiplicarse y dejar sin nutrientes a las células sanas hasta que logran desplazarlas por completo, pero al hacerlo, también se afectan ellas mismas, pues si avanzan demasiado, todo el sistema se daña y, a la larga, muere.
 
Ahora traslademos la analogía a la Humanidad ¿No te parece que se parecen mucho? Si algunas personas tratan de acaparar para sí todos los bienes desequilibran al sistema completo, si alguien piensa en adquirir beneficio para sí y no compartirlo con los demás a la larga se verá afectado por la carencia, igual que los otros. Si continuamos sumidos en diferencias y atacándonos unos a otros, tarde o temprano no sólo dañaremos el sistema sino que incluso podemos causarle la muerte.
 
Te invito a que, la próxima vez que trates a otra persona, pienses que ambas forman parte del cuerpo de la Humanidad, que ambas son indispensables para el funcionamiento de ese gran cuerpo y que todas merecen respeto, dignidad e igualdad sin importar su condición de vida.

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