viernes, 6 de junio de 2014

Amor Incondicional


“Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta”.  Sam Keen



Podría parecer que amar es una emoción natural para los seres humanos. Todos, sin excepción, nos pensamos posibilitados para dar y recibir amor, pero ¿te has puesto a pensar si realmente es así?

En lo particular, creo que no es así, creo que durante generaciones y generaciones hemos sido  educados para temer y enfrentarnos al otro en lugar de para amarlo. Sobre todo en nuestro mundo occidental desde muy pequeños se nos educa para compararnos con los otros y disociarnos y competir con ellos, no para verlos como semejantes.

Te lo demuestro: Desde pequeños se nos dice que los extraños son malos y que no debemos acercarnos a ellos ni hablarles, en la escuela se nos enseña a competir con los demás por una calificación no a hacer equipo con los otros, más tarde, se nos dice que los amigos son malas influencias en nuestra vida, de adultos se nos dice que el mundo laboral es una carnicería que sólo gana el más apto.

Las religiones, que deberían predicar el amor, no importando a cual pertenezcas, dicen que hay pueblos elegidos por Dios y otros que no lo son. Que solo hay un Dios verdadero y que los que no creen en él son impuros, enemigos, pecadores, etc. Se nos dice también que nuestra cultura es la correcta y que las costumbres y formas de otros pueblos son bárbaras, salvajes, equivocadas. Se nos induce a creer que tu sexo define tu poder y supremacía, por ello las mujeres son “inferiores” y los hombres “superiores”. ¿Cómo podríamos amar a alguien que no es igual a nosotros?

Con todos esos condicionamientos  de diferenciación aprendemos a temer, despreciar y juzgar a los otros en lugar de amarlos. Aprendemos a desconfiar de lo que son y, desde luego, a separándonos  de ellos. Con ese sentido de separación  surgen las mayores aberraciones humanas: El racismo, la violencia de género, las matanzas de “limpieza y purificación” como las guerras santas, cruzadas y el holocausto, la idea de que es adecuado que unos posean riquezas sin fin y otros no puedan cubrir sus necesidades básica, etc.

¿Cómo podrías amar a alguien? ¿Cómo podrías siquiera confiar en alguien que no es como tú? Desde nuestra cultura de separación, no es posible. Por eso  muy pocos saben realmente amar y  por eso tenemos tantos conflictos entre todos. Porque para amar se requiere confiar en el otro, verlo como semejante, sentirnos parte de él y valorar su existencia. Desde nuestra perspectiva de diferenciación llamamos “Amor” a muchas cosas que no lo son: A las dependencias, la utilización y abuso, la conveniencia, la tolerancia, etc.

Quizá la única etapa en que nos permitimos amar incondicionalmente es la infancia, cuando estamos recién llegados a este mundo y  aún no hemos aprendido las diferencias que nos llevan a la separación y mientras no lo hagamos, seguirá siendo posible amar y que nos amen.

Para aprender a amar entonces, debemos abandonar todos nuestros condicionamientos sociales, regresar a nuestra condición infantil de sabiduría innata que nos impide ver dualidades y diferencias. Aprender a ver las similitudes en lugar de las diferencias, las coincidencias en lugar de los desacuerdos. Eso nos permitirá acercarnos a los otros y verlos como iguales, pues el amor requiere como primera condición el ver al otro a la misma altura y con el mismo valor que uno mismo, como si de una imagen reflejada en el espejo se tratara.

La segunda condición del amor es la aceptación y apertura genuinas, es saber que aunque tengamos diferencias podemos hablar de ellas y nadie impondrá su punto de vista, sino que dejaremos hacer  al otro según su conciencia y puntos de vista, sin juzgarlo y apoyando sus decisiones.

La tercera condición del amor es aprender a confiar en el otro. Quizá esta es una de las condiciones más complejas de lograr, pues implica no sólo saber que sus puntos de vista son tan válidos como los nuestros, sino que a pesar de nuestras diferencias somos capaces de ayudarnos y protegernos mutuamente. Pues confiar es un acto de fe, de abandonarnos en manos del otro teniendo la certeza de que no nos hará ningún daño.
La última condición, pero no menos importante, es la genuina compasión, ese estado de sabiduría que nos permite acercar el corazón de uno al corazón del otro sin juzgar, limitar o mentir y que nos permite entonces dejar de ver la separación entre uno y otro. Es fundirse en uno solo con la persona amada. Ese momento es justo cuando podemos llegar a sentir la conexión sagrada que existe entre ambos como miembros de una sola raza, de una sola conciencia, de un solo corazón y un solo universo.

miércoles, 9 de abril de 2014

Gratitud


"No hay errores, no hay coincidencias. Todos los eventos son bendiciones que se nos dan para aprender de ellas".   Elisabeth Kübler-Ross


A los seres humanos, por lo general, nos da por sólo ver un lado de toda la historia. No somos capaces de observar la vida en su conjunto, sino en pequeños detalles: Cuando la fortuna nos sonríe, regularmente olvidamos las épocas desafortunadas y viceversa, cuando nos encontramos pasándola mal, olvidamos los momentos felices. ¿No te ha pasado? Te confieso que a mi me pasa continuamente, suelo sólo ver una parte del panorama, solo algunos detalles, no la pintura completa que es la vida.

La desventaja de este tipo de visión es que a veces perdemos de vista lo realmente importante por observar solamente los detalles. ¿A qué me refiero con los detalles? Bueno, para explicártelo mejor hagamos un ejercicio: Hagamos un viaje en el tiempo hacia el futuro, justo al momento de tu partida de este mundo, en el umbral de la muerte ¿De qué te lamentarías en esa situación?

Según un texto atribuido a Nadine Stair,  la mayoría de las personas se lamentan, al final de su vida, de no haber disfrutado lo suficiente, por ejemplo: les gustaría haberse relajado más, reírse más, hacer lo que les gustaba más frecuentemente, tomarse menos en serio las cosas, haberse preocupado menos,  disfrutar cada momento sin preocuparse por el futuro, atreverse y arriesgarse más, ser menos cautos y más espontáneos. Sin embargo mientras nos encontramos viviendo no pensamos en esas cosas que nos podrían hacer realmente felices, por el contrario nos preocupamos de trabajar, de pagar deudas, de comprar cosas, en lugar de vivir.

¿Qué pasaría si, en lugar de enfocarnos en esas cosas que al final de nuestra existencia no tienen realmente importancia, pudiéramos concentrarnos en ver realmente el cuadro completo y decidiéramos en función de esa imagen completa nuestras acciones? Te apuesto a que entonces empezaríamos a considerar las cosas de una manera muy distinta. Empezaríamos a realmente disfrutar de cada momento, porque cada momento que vivimos es un milagro que no deberíamos desaprovechar.

Quizá al escuchar que cada momento es un milagro te quedes pensando que se necesita ser muy idiota para considerar un milagro  trabajar largas jornadas, que tu jefe te insulte o te haga sentir mal o que te hayas pasado una hora en el trasporte colectivo recibiendo empujones, o cualquier otra cosa que consideres negativa que te esté ocurriendo en este momento. Pero es justo cuando nos enfocamos en esas cosas “negativas y pequeñas” cuando dejamos de ver todo el cuadro de nuestra existencia. ¿Qué son esos detalles comparados con la posibilidad de respirar, de tener salud, de saberse amado por otros, de contar con amigos que nos apoyan, de vivir pues y tener la oportunidad de compartir?

Si aprendemos a apreciar y dar importancia a lo positivo en nuestras vidas, nos daremos cuenta de que nuestra existencia está completa y de que no necesitamos de mucho para disfrutarla plenamente.

Para cambiar nuestra perspectiva y poder ver la pintura completa solo basta abrir nuestros sentidos y dejar fluir por ellos todas las maravillas que se nos ofrecen día con día. Estos últimos días por ejemplo hemos disfrutado de hermosos cielos despejados, de un sol radiante, de tardes de viento que limpian el aire. Como ese detalle que nos regala el universo existen muchos más todos los días: La sonrisa de un ser querido, el abrazo de algún amigo, la sensación de estar sano y podernos mover con facilidad, la satisfacción de un trabajo bien realizado, etc.

Te invito entonces a abrirte a la vida y a valorar todas sus maravillas, eso automáticamente te llevará a un estado de perfección, amor y paz interiores que denominamos regularmente Gratitud. Es una emoción que se aloja en el centro de tu ser y que te hace sentir que la vida es perfecta como es y que tiene sentido en sí misma no importa lo que ocurra en ella. ¿Lo has sentido? Si no lo has sentido últimamente te invito a encontrarlo y sentir que al ver todo de esta perspectiva vemos lo sagrado y milagroso en todo lo existente.

viernes, 21 de febrero de 2014

Enfrentar los miedos



Al inicio de un nuevo año, la mayoría de nosotros tenemos en mente deseos, sueños y proyectos con los cuales deseamos colorear el lienzo en blanco del ciclo que tenemos delante, sin embargo mientras vamos internándonos en él, vamos desprendiéndonos de muchos de ellos sin haberlos realizado, quedándonos al final con muy poco hecho y mucho por realizar.

Quizá podamos nombrar muchas causas para no realizar nuestros sueños. Podemos decir que no contamos los recursos necesarios, o que no tenemos los conocimientos suficientes o la experiencia suficiente, en fin, pretextos podemos invitar muchos, pero tras todos ellos habita solamente una razón: MIEDO. Así, nombrado con mayúsculas, pues es el causante de todas  nuestras limitaciones y de lo que consideramos fracaso.

Todos cargamos con miedos, lo aceptemos o no. Así que dime ¿Cuáles son tus miedos?

Pueden ser mayores o menores, su tamaño realmente no importa al momento de enfrentarlos, pero algo si te garantizo sobre ellos: todos son limitantes en mayor o menor medida.

Te contaré algunos de los míos, tal vez sean semejantes a los tuyos o tal vez te hagan reír por lo irracionales. Pues sí, otra característica de los miedos es que, en su mayoría, son irracionales.

Uno de mis miedos o fobias más grandes es a los insectos rastreros, ya sabes las arañas, cucarachas, alacranes, etc. Verlos me hace gritar automáticamente y si alguien me pide que los mate, sencillamente no puedo hacerlo. No recuerdo cómo adquirí ese miedo sólo sé que es muy real y no he podido sobreponerme a ello. Aprovecho de paso para decirte que otra de las características del miedo es que es aprendido, no es algo con lo cual hayamos nacido ya.

Realmente mi miedo a los insectos lo puedo considerar menor porque no me impide realizar mis actividades cotidianas, ni me impide disfrutar de mi vida la mayor parte del tiempo, pero si viviera en el campo o en un lugar más cálido donde los bichos se reproducen con mayor facilidad ese miedo realmente me causaría problemas.

Eso me lleva a hablar de otra de las características del miedo, su posibilidad real de arruinarnos la vida. Y eso me hace recordar otro de mis miedos: el miedo a sufrir. Hace ya algunos años alguien, de cuyo nombre no quiero acordarme, me rompió el corazón por vez primera. Fue tan terrible la sensación experimentada y el desánimo que me causó que desee no volver a experimentarla jamás. Eso me llevó a no permitirme entablar una nueva relación de pareja hasta mucho tiempo después. Al menos hasta cuando entendí que si continuaba protegiéndome del miedo a sufrir, sufriría por estar solo. Ese otro miedo, el miedo a la soledad, curiosamente, me hizo liberarme del anterior. Lo que implica que lo único bueno que tienen los miedos es que podemos sobreponernos a ellos.

Lo cierto en todo esto  es que hay muchas clases de miedos, quizá tantos como personas hay en el planeta. También es cierto que a veces ni siquiera nos damos cuenta de que sentimos miedo, pensamos que no es miedo sólo precaución. Y desde luego, tampoco nos damos cuenta de lo que perdemos al dejar de experimentar eso a lo que tememos.

También es cierto que si uno desea vivir una vida sana, productiva y plena lo único que puede hacer con sus miedos es enfrentarlos, atreverse a experimentar aquello de lo que se ha privado y regresar de la experiencia con la satisfacción de haber conseguido sobreponerse a la ilusión del miedo.

Claro que, en ocasiones, enfrentar los miedos  no es tan sencillo como simplemente decidir enfrentarlos, quizá primero debamos aceptar que los tenemos, luego encontrar las causas por las que los tenemos y entenderlas. Por último, debemos decidir si preferimos seguir limitando nuestras vidas por algo que no es real o preferimos enfrentarnos a ello y superarlo.  

Para reflexionar en lo que perdemos con el miedo te regalo los 7 miedos de Inma Capó, directora y coordinadora de The international institute of NLP, quizá ello te impulse a perder el miedo:

“A partir de ahora y para que no se aburra más con sus viejos miedos, que ya huelen a rancio los pobres, le sugiero practique varias veces al día estos miedos nuevos:
1) El primer miedo y más importante que hay que tener: miedo a no hacer todo aquello de lo que somos capaces.
2) Miedo a la horrible sensación que debe producir el arrepentimiento por lo que no se ha  hecho y por lo que no se ha sido, cuando tenemos todo el potencial divino dentro de nosotros mismos.
3) Miedo a no usar nuestros infinitos recursos, sino nuestras infinitas excusas.
4) Miedo a vivir como víctimas de condicionantes externos, con los que no hemos nacido.
5) Miedo a abandonar nuestros sueños porque algún envidioso nos dijo que soñar era de locos.
6) Miedo a escuchar opiniones ajenas en lugar de escuchar nuestras propias respuestas internas.
7) Miedo a dejar de ser nosotros mismos para ser lo que los demás quieren que seamos, porque si vivimos así, en verdad hemos perdido el norte de nuestra vida".
“No mueras con la terrible sensación de que tus miedos fueron más fuertes que tus sueños”