lunes, 3 de diciembre de 2012

Nuestro Destino Común


 
“Casi todas las cosas buenas que suceden en el mundo, nacen de una actitud de aprecio por lo demás” Dalai Lama
Estamos a punto de que finalice un año particularmente importante para la humanidad. Las condiciones de vida que hemos creado a nivel mundial, parecieran coincidir con el simbolismo que, culturas milenarias, le han dado a este año y particularmente a lo que de él resta por vivir.

Hemos creado tanta desigualdad, tanta degradación, tanto deterioro en el planeta que habitamos, que nos encontramos ante el punto coyuntural del cual dependerá nuestro futuro. Si es que, claro,  nos decidimos por afrontar nuestra responsabilidad y hacer lo que toca, en lugar de de actuar incontroladamente, como hasta ahora.

Pues en tanto sigamos alimentando el odio, la intolerancia, el despilfarro y  la desigualdad. Nos encaminaremos  a mayor destrucción y malestar. Lo cual, y bajo las condiciones que hemos creado, significaría encaminarnos a pasos agigantados al exterminio de la vida en el planeta.

Pero si por casualidad o por entendimiento, aprendemos a ver el reflejo de nuestras acciones y entendemos la forma de cómo convivir armónicamente con todos y todo, entonces, aun  tendremos esperanza.

Los problemas que tenemos como humanidad parten de sentir que estamos llenos de “diferencias” que nos impiden ver nuestras semejanzas, de ignorar y soslayar nuestro destino común. Un destino, que es visible a cada paso que damos.

Regularmente pensamos que hay buenos y malos, mejores o peores, correctos e incorrectos dentro de nuestro propio grupo humano. Pero alguna vez te has detenido a pensar si ¿son reales esas diferencias? ¿Si tienen razón de ser o son puros inventos que nos hemos creado?

¿A caso un musulmán no sangra si lo hieres, igual que lo hace un cristiano o un judío? ¿A caso uno de raza blanca no respira igual que lo hace uno de raza negra, amarilla o piel roja? ¿A caso un rico no necesita beber agua igual que la necesita un pobre?

La verdad es que tales diferencias creadas por el hombre no son reales. Pues ¿A caso no es verdad que el aire que todos respiramos es el mismo y que si uno sólo de nosotros lo contamina, contamina el aire de todos? Porque el aire no respeta nuestras fronteras y muros impuestos, tampoco respeta las clases sociales o las diferencias de género, raza, religión. Así que si uno sólo lo contamina, nos afectamos todos, sin distinción.

Este tiempo nos brinda, como nunca antes, la posibilidad de darnos cuenta de nuestro destino común, y entenderlo a cabalidad. Pues la globalidad que ahora disfrutamos, nos permite ver la conexión existente entre todos. E implica, ver que, por más que nos esforcemos en marcar las diferencias y distinciones, lo que nos constituye en realidad es lo mismo. No importando nuestro color, nacionalidad, condición social, todos estamos constituidos de la misma materia y todos habitamos el mismo planeta y si no cuidamos de nuestra casa, la perderemos todos, no sólo los que contaminan o dañan.

Hoy podemos darnos cuenta, más que antes, de nuestra interdependencia y de la necesidad de acciones conjuntas para el bienestar de todos.  Ahora que la globalidad nos ha acercado como nunca, es para todos más visible esa interdependencia. Pues, por ejemplo, si hay crisis económica en un país, todas las economías del mundo se afectan, independientemente de nuestras fronteras, idiomas, religiones o colores, o si hay un derrame de petróleo en algún lugar, afecta la flora y fauna de todo el planeta, no sólo la del país que lo derramó.

¿Qué esperamos entonces para darnos cuenta de nuestra responsabilidad para con uno mismo y con los demás? ¿Qué esperamos para entender que todos nos necesitamos y todos nos afectamos?

Antes podíamos vernos separados y no pensar en las consecuencias de nuestras acciones a nivel planetario, hoy ya no es posible.  Pues de inmediato nos enteramos de los efectos de nuestras acciones a nivel global y sabemos que si dañamos tan sólo una parte de nuestro planeta, todo el sistema se afecta. Antes podríamos pensar en regionalismos o nacionalismos,  pero ahora sabemos que no es así.

 Hoy podemos darnos cuenta de que la naturaleza nos da a todos por igual e igualmente todos recibimos los frutos de lo que sembramos, independientemente del grupo humano al que pertenezcamos. Es la forma que tiene el universo de asegurarse que todos veamos por todos y hagamos solo cosas que beneficien a todos, sin distinción.

Si logramos entender que todos dependemos de todos, esto nos prevendrá de hacer daño a otros y eso nos llevará a elegir conscientemente hacer el bien a todos.

Parece que el universo nos pregunta ¿Cuánto te amas tú como para amar y respetar a los demás? De nuestra respuesta depende nuestro destino.

martes, 30 de octubre de 2012

En el umbral de la Vida

“Al final del camino de la vida, no te preguntarán "que tienes", sino "quien eres" ¿Cuál será tu respuesta?”.          Rene Juan Trosero


Se dice que los mexicanos jugamos con la muerte en lugar de temerle. Más exacto sería, tal vez, decir que los antiguos mexicanos la veían como inseparable compañera de la vida. Sin embargo, los mexicanos de hoy, igual que  otros pueblos, han dejado su concepción ancestral para ceder el paso a la concepción occidental, en la cual la muerte no se nombra y se ignora su presencia para conjurar su llegada.
Tal vez lo que más nos asusta, a los occidentales, de la muerte, no es su existencia en sí, sino el no haber sabido aprovechar la vida y darnos cuenta de ello demasiado tarde.
En la actualidad es muy común permanecer adormilados todo el tiempo. Nos sumergimos en un sinfín de actividades compulsivamente y nos dejamos absorber por ellas durante gran parte de nuestra vida, o simplemente, nos alienamos frente al televisor mirando la vida de otros en lugar de vivir la nuestra.
La prisa, las actividades y el miedo, nos impiden recordar que nuestra vida es breve y que un día ya no estaremos.
Sumergidos en ese movimiento constante, permanecemos día tras día sin preguntarnos por el sentido de nuestra existencia. Hasta que, en un momento dado, la vida nos sacude y nos enfrenta a la realidad de nuestra impermanencia.
Puede ser en cualquier momento y cualquier circunstancia, pero generalmente, es un acontecimiento que rompe nuestra rutina abruptamente el que abre la puerta a las interrogantes incómodas.  Tal vez  un accidente, la enfermedad o muerte de un ser querido o simplemente un momento de luz en el que percibimos que la vida se acaba sin previo aviso y no hemos disfrutado de ella ni sabemos cuál es la finalidad de nuestra existencia en ella.

Es entonces cuando surgen las preguntas trascendentes: ¿Qué sentido tiene estar vivos? ¿Cuál es nuestra misión en el mundo? ¿Qué es lo que realmente es importante en nuestra vida?
Para la mayoría de nosotros, el día transcurre entre el trabajo, la convivencia con la familia y amigos y el descanso. Así que podríamos afirmar que esas tres son las cosas más importantes para el ser humano, pero analicemos más de cerca esa rutina.
Todos podríamos estar de acuerdo en que las relaciones familiares y de amistad son de las cosas más importantes para la mayoría, quizá hasta podríamos decir que son lo más importante en la vida ¿cierto? Pero ¿Cuánto tiempo pasamos realmente con la gente que amamos? Regularmente trabajamos durante la mayor cantidad de horas al día y sólo llegamos a casa prácticamente para dormir, tan cansados y hartos de la rutina, que lo único que hacemos es ponernos frente al televisor, la computadora o el teléfono celular, dejando de lado la convivencia  con las personas que tanto nos importan. ¿Incongruente no?
Sí las relaciones no son lo más importante, analicemos que ocurre con  aquello a lo que dedicamos más tiempo: Nuestro trabajo ¿cierto? Bueno, pues si nos atenemos a encuestas mundiales sobre satisfacción en el trabajo, encontramos que un alto porcentaje, alrededor del 40% de los trabajadores en todo el mundo, no encuentran satisfacción en su trabajo y sin embargo, gastan la mayor parte de su vida en ello, principalmente porque requieren de su salario para cubrir sus necesidades básicas y las de su familia.
Entonces ¿qué es lo realmente trascendente en nuestra vida? Pues pareciera, al final, que en la actualidad muchas personas viven una vida marcadas de incongruencias e insatisfacciones, haciendo lo urgente para sobrevivir, pero no lo importante. ¿Tiene sentido eso? Desde luego que No. Quizá no haya una respuesta “correcta” para  todos, sin embargo, lo importante es que no nos vayamos de esta vida sin encontrar esa respuesta.
¿Cómo encontrar ese sentido ulterior de la vida? ¿Cómo encontrar esa satisfacción en lo que hacemos? Tratando de responder a esto, desde mi punto de vista personal, recomiendo hacer tres cosas: Primero, mantener siempre estas interrogantes en el umbral de nuestra conciencia, no permitiendo que la rutina nos absorba y nos adormezca. Segundo buscar hacer aquello que realmente nos gusta, no permitiendo que las urgencias de la vida cotidiana nos hagan conformarnos con empleos que no disfrutamos sólo por un salario y por último ordenar realmente nuestras prioridades, haciendo el ejercicio de conocer y reconocer lo que realmente disfrutamos hacer y las personas con quienes disfrutamos estar.
Valdría la pena preguntarse, como Steve Jobs, en su célebre discurso en Stanford : “Sí hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy? Y si la respuesta era “No” durante demasiados días seguidos, se que necesito un cambio”.
¿Qué pasaría si estuviéramos equivocados y desperdiciáramos la oportunidad de ser felices por preocuparnos de cosas materiales y triviales?

jueves, 27 de septiembre de 2012

Auto-Responsabilidad

Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la obscuridad lo que más nos asusta.
Nelson Mandela

 

Tomos pensamos que, una vez que somos adultos, somos responsables totales de nuestro ser, pero ¿En verdad lo somos? Desde mi perspectiva, la respuesta a esta pregunta es NO,  pensamos que lo somos, pero la realidad es muy distinta.

Pongamos como ejemplo nuestra niñez, cuando nuestros padres tomaban todas las decisiones por nosotros y preguntémonos honestamente ¿si el control total de nuestras vidas ahora lo ejercemos realmente nosotros o lo sedemos en parte a alguien más?  

Me atrevería a afirmar que la mayoría nos quedamos acostumbrados desde la niñez a delegar nuestra responsabilidad  a otros y cuando los padres ya no gobiernan nuestra vida, le cedemos el control de la misma a otras personas: en la adolescencia, a los amigos, luego a la pareja y desde luego al sistema social en general.             

Quizá me reclamarás que no es cierto, que tú te haces responsable de tu vida, pero analicemos algunas situaciones para comprobar lo contrario.

Pensemos por ejemplo en la forma en que un adolescente se hace dependiente del cigarro: Digamos que ese joven quiere encajar en un grupo de amigos y la mayoría de ellos fuma, porque eso les hace sentir mayores, ¿se resistirá él a fumar? En la mayoría de los casos, no. Y terminará siendo un adicto al tabaco hasta que tome la decisión de responsabilizarse de su vida y lo deje.

Otro ejemplo es la mujer que, una vez casada, delega todas sus decisiones al marido, por ejemplo él decide quiénes son sus amistades, que actividades debe realizar, que ropa puede o no usar.  Ella dirá que lo hace porque respeta la opinión del marido, pero la realidad es que no estará tomando la responsabilidad de sí misma.

Un ejemplo de cómo delegamos en el sistema nuestra responsabilidad sería el de los Nazis en la segunda guerra mundial. Cuando se les enjuició por los asesinatos cometidos, muchos de los soldados sólo respondieron: Yo sólo seguía órdenes.                

En los tres casos las personas pudieron haberse responsabilizado de sus decisiones, pero en lugar de ello, decidieron no tomar esa responsabilidad y cedérsela a otros. El joven pudo haberse informado de los daños del cigarro a largo plazo y decidir no fumar por su bienestar físico. La esposa pudo decidir sus amistades y actividades y elegir su guardarropa. Y el soldado pudo haber pensado que no era moral matar, independientemente de quien se lo ordenara y no convertirse en asesino.

Quizá en todos los casos anteriores tendremos justificaciones para hacerlo, pero la realidad es que esas justificaciones sólo nos sirven para minimizar el peso moral  o culpabilidad de no haber tenido el valor de hacer lo que debimos.

De ese modo, adquirir la responsabilidad personal en todo momento, es cuestión de aprender a deshacer todas las influencias externas a las que somos susceptibles y someterlas a escrutinio, es decir a un proceso de análisis por nuestra inteligencia superior, para decidir si son compatibles o no con nuestro ser y con el bienestar de toda la humanidad.

Todos tenemos una sabiduría interior que nos permite ser conscientes de si nuestras acciones son positivas y sirven a un fin ulterior o no, pero muchas veces dejamos que otras instancias menores gobiernen lo que hacemos. El principal motivador para hacer las cosas cuando no acudimos a esa inteligencia superior que habita en nosotros es el miedo.

Miedo a no ser aceptado, en el caso del adolescente que planteábamos, miedo a no ser querido en el de la esposa o miedo a ser rechazado por nuestro grupo social, en el caso del soldado. En cualquier caso cuando actuamos por miedo impedimos que nuestra verdadera humanidad se manifieste.

Todos los problemas que la humanidad experimenta hoy día, se derivan del miedo pues el miedo hace que seamos egoístas, violentos, indolentes. El antídoto para el miedo es el amor, si actuamos desde el amor, no seremos capaces de hacer nada que esté en contra de nuestro bienestar o el de otros.

Cierro con una frase de Un Curso de milagros: “Lo que le confiere realidad al odio, maldad, rencor, muerte, pecado, sufrimiento, dolor y pérdida es el hecho de compartirlos. Si no se comparten, se perciben como algo sin sentido. Pues al no prestarles apoyo dejan de ser  una fuente de miedo.  Y el amor no puede sino llenar el espacio que el miedo ha dejado vacante”.

miércoles, 1 de agosto de 2012

PERSPECTIVA HORIZONTAL


En la entrada pasada hablábamos de la justicia, entendida como la equidad en la distribución de bienes, pero  hay otra parte de la justicia que me gustaría explorar: Como sentido de respeto e igualdad de todas las personas.

¿Qué tiene que ver el respeto y la igualdad con la justicia? te preguntarás. Bueno, pues, eso trataré de desarrollar en este espacio.

La Real Academia Española define al respeto como la veneración, acatamiento  que  se  hace  a  alguien, también dice que es el miramiento, consideración, deferencia. Lo anterior nos habla, en resumen, de considerar al otro, al que tenemos en frente, pero ¿cómo debe ser esa consideración? Es allí donde entra la igualdad, es decir que para ser justo, debo ver al otro desde una perspectiva horizontal, no vertical.

¿A qué me refiero con ello? Pues resulta que, regularmente, los seres humanos no nos vemos como iguales, siempre vemos a los otros como distintos de nosotros, siempre nos comparamos con ellos, y siempre en la comparación resultamos ser mejores o peores que los otros, pero no iguales. Para corroborar este punto de vista te pregunto, por ejemplo ¿Cómo ves a tu vecino o cómo ves a tu jefe? Pongo estos dos ejemplos porque son justo las relaciones más conflictivas que podemos tener después de la familia.

Si vives en un condominio regularmente pensarás que tus vecinos son demasiado escandalosos, o muy poco colaborativos con los demás, tal vez hasta molestos y descuidados. Y bueno, de lo que piensas de tu jefe mejor ya ni hablamos.

Sirva simplemente el ejemplo para darnos cuenta de que en la realidad no vemos la igualdad entre los seres humanos y de que al no haber igualdad, se pierde el respeto y al perderse el respeto, se pierde, tarde o temprano, la justicia y con ella la posibilidad de ver por la humanidad en su conjunto.

Justo ese desenlace es el que hoy se hace manifiesto en nuestro país tras las elecciones. Pues la clase política ha llegado a la total falta de respeto al pueblo, no importándoles gastar su presupuesto, proveniente de los bolsillos de los contribuyentes, en cosas que para nada nos benefician, como construir monumentos absurdos, como la Estela de Luz o cambiar los vehículos de los senadores y diputados, comprar un avión presidencial a fin de sexenio, o simplemente dándose bonos millonarios cada que se les ocurre, mientras el pueblo en general vive cada vez más pobre y endeudado.

Pero a lo que hemos llegado como país, o como mundo en general (porque me atrevo a pensar que casi todos los países del mundo se encuentran en similares condiciones y por ello todos los movimientos de indignados a nivel mundial), tiene su origen en lo personal. Cada vez que considero al otro como distinto de mi, como diferente y, regularmente, peor que yo, me doy permiso para no tratarlo como se merece, para faltarle al respeto, para restarle importancia y para recibir más que él a cambio de existir.

De ahí surge la discriminación: Cada que alguien llama a alguien naco, indio, negro, lo hace porque no los considera sus iguales, se considero superior a ellos.

También de allí surge la violencia: pues si no se aprecia la vida del otro ¿Qué nos detiene para insultarle, golpearle o incluso, matarle?

Desde luego, también de allí surge el hambre y la desigualdad social porque si alguno se considera superior, es perfectamente justo y entendible que tenga más que el otro ¿o no?

Esa forma de pensar desigual, vertical,  es la que nos ha puesto en donde hoy estamos. Y por ello, es importante que la cambiemos.

Si queremos ver un futuro mejor para todos, tal como están las cosas, no lo lograremos, a menos que empecemos a ver a los otros como iguales, a nivel comunidad, país y mundial. Es sólo cuestión de modificar nuestro enfoque, nuestra perspectiva. No sigamos tropezando con la misma piedra de la desigualdad.

Y hablando de piedras, te cuento la anécdota de la piedra para ejemplificar el cambio: “El distraído tropezó con ella, el violento la utilizó como proyectil, el emprendedor construyó con ella, el campesino cansado, la utilizó como asiento, para el niño fue solo un juguete, Drummond la poetizó, David la utilizó para matar a Goliat, y Miguel Ángel le sacó la más bella escultura. En todos los casos, la diferencia no estuvo en la piedra sino en el hombre.”
Así que mi invitación hoy es que empieces a ver a tus iguales como iguales, para así poderlos respetar, amar y ser justo con ellos, porque sólo depende de ti.

miércoles, 4 de julio de 2012

DE COMO INCIDEN LOS CONCEPTOS DE CARENCIA Y ESCASEZ EN LA EQUIDAD Y JUSTICIA

En la entrada pasada hablábamos del dar, concepto que no estaría completo si no hablamos ahora de equidad, justicia, carencia y escasez. Todos, términos que se relacionan íntimamente con el dar.
Los seres humanos hemos construido sistemas sociales y económicos basados en la escasez y la carencia, es decir, en el sentir que no tenemos lo necesario y que además afuera no existe suficiente para cubrir nuestras necesidades elementales, siempre nos hace falta algo.
Sentirnos carentes es lo que nos impulsa, a su vez, a atesorar cosas, pues con ello generamos la ilusión de seguridad hacia el futuro, porque el futuro es incierto y nos genera miedo.
Ese miedo al futuro, en el cual pensamos que nos harán falta cosas, nos  ha  llevado  a  inequidades e Injusticias difíciles de preservar en la actualidad. Pues algunos se han dedicado a acaparar, mientras dejan a otros carentes de lo más elemental.
Y nos hemos acostumbrado tanto a ese sistema inequitativo e injusto que ya no nos sorprende que haya personas hambrientas mientras otras tiran la comida, o que haya quienes viven en mansiones y palacios mientras otros lo hacen en chozas y chabolas de materiales de desecho. Más aún, vemos como aspiración  obligada de todos (el sueño al que aspiramos), ser como los que acaparan mucho y desperdician mucho.
Si analizamos la situación económica a nivel mundial, podremos observar que unos cuantos, menos del 10% de la población mundial, posee el 80% de todos los recursos, mientras el resto se divide entre el 90% restante. Toda esta desigualdad genera problemas de todo tipo: sociales, económicos y políticos. La actual crisis mundial en la que nos encontramos, tiene su origen en esa desigualdad. Pues obviamente a un gran porcentaje de familias no les alcanza para cubrir sus necesidades vitales y entonces se endeudan, luego dejan de pagar y eso afecta al sistema bancario, si a eso aunamos que el capital financiero cada vez deja más utilidades a quienes lo tienen, mientras los salarios cada vez son menores, se forma un circulo vicioso que nos entrampa. Pues ante los problemas bancarios y financieros, los gobiernos toman medidas para seguir restando su ingreso a ese 90%  a través de disminuir las pensiones, incrementar los impuestos y minimizar la seguridad social. Mientras lo lógico sería restar a quienes más tienen y redistribuir mejor lo que hay.
Pongamos el ejemplo mexicano: Donde resulta que Slim, el hombre más rico del mundo, posee una fortuna estimada en 70,000 millones de dólares mientras 20 millones de personas se encuentran en pobreza alimentaria (es decir que no tienen ni para comer) en el país.
Para dimensionar lo que implica estos ingresos, si consideramos que el ingreso anual de una familia mexicana promedio es de alrededor de $56,000.00, con la fortuna de Slim podrían  vivir 17,500,000 familias durante un año y si consideramos como salario base el mínimo entonces tendríamos 43,750,000 de familias, lo que equivale a casi el doble del número de familias que existe en el país.
Así las cosas, e independientemente de lo que podamos argumentar a favor de la libre empresa y el libre mercado, deberemos admitir que nuestro sistema capitalista genera incongruencias que no nos permiten estar bien como personas,  y es por ello que en este año hemos tenido, en todo el orbe, una gran cantidad de manifestaciones de la sociedad civil indignadas por esas condiciones de privilegios de unos y carencias de otros.
Hace algún tiempo, mientras conversaba con un conocido sobre la desigualdad me dijo una frase que me heló: “De que mi familia coma a que la suya coma, prefiero que la mía coma”. Entonces entendí que es justo este tipo de pensamiento lo que nos ha llevado a tanta desigualdad e injusticia. Mientras nuestro pensamiento no cambie, la desigualdad seguirá acentuándose, en lugar de disminuir.
Y En tanto existan desigualdades que den más a unos que a otros, en tanto subsista el desperdicio de recursos, en tanto subsista la inconsciencia de la mayoría sobre estos temas no podremos estar bien como humanidad.
Preguntémonos ¿para qué sirve a unos tener tanto mientras otros no tienen lo mínimo indispensable? Las desigualdades solo nos sirven para vivir con miedo a que se nos arrebate lo que tenemos, para vivir con miedo al futuro, para hacernos daño unos a otros.
En tanto unos tengan en exceso y otros vivan en carencia el problema no se resolverá. Cierro nuevamente con una frase de Un Curso de Milagros para la reflexión:
“Más solo cuando la situación se resuelve de tal manera que nadie pierde desaparece el problema”.

sábado, 26 de mayo de 2012

DAR


Dar es la expresión máxima del ser auténtico y del amor incondicional. Pero, en ocasiones, no entendemos su significado real.

Regularmente identificamos el dar con desprendernos de cosas materiales que nos sobran o que ya no nos sirven, pretendiendo con ello hacer caridad. Pero eso, no necesariamente, puede identificarse con dar.

El verdadero dar, entonces, no parte de la necesidad de desprendernos de cosas  que ya  no queremos o de dar lo que nos sobra. El verdadero dar parte de una intención interior, espiritual, de una necesidad interna de compartir con los demás lo que la vida nos regala con la finalidad de generar su multiplicación, que siempre incide, creámoslo o no,  en la multiplicación de los bienes y de la felicidad para todos.

¿Cómo es que desprendernos de algo, sea material o no, logra su multiplicación? Generalmente pensamos que dar significa dividir y restar, no multiplicar y sumar. Y efectivamente, puede significarlo, si nuestra intención no es la correcta. Pongamos algún ejemplo para entender cómo funciona el dar en la práctica:

Digamos que alguien presta dinero a otro que necesita y cuando lo hace, independientemente de que lo tenga de sobra, le pregunta, no el motivo para lo que se requiere el dinero, no la situación que orilla a pedir, sino ¿cuándo me lo devolverás? ¿No te puedes apañar con menos? Y a sus respuestas, no importando cuáles hayan sido y sin importar la urgencia de las mismas, te contesta ¡No te puedo prestar tanto! Te presto la mitad y necesito que me lo devuelvas en quince días.

Esa personas ¿estará dando de verdad? ¿Estará ayudando a alguien de verdad? No. Pues su intención no es desprenderse de sus pertenencias para ayudar al otro. Es una simple negociación de la que espera sacar algún provecho, tal vez el agradecimiento, el sentirse bondadoso a sus propios ojos o el  obtener la lealtad del otro.

Pero su intención hará que no obtenga a cambio más que su dinero, no habrá multiplicado ni sumado nada, pues nadie le agradecerá lo que hizo, ni lo verá como una persona bondadosa, ni obtendrá la lealtad de nadie. En consecuencia esa persona se sentirá disminuida y engañada al dar.

En cambio, alguien que observa la aflicción de otro y se detiene a preguntarle lo que le ocurre y contribuye a aliviar el dolor; sino con bienes materiales, con su escucha y su apoyo, obtendrá un nuevo amigo, un aliado que devolverá lo que recibió de la misma forma en que lo haya recibido y que dará además un agradecimiento, con lo cual, quien dio, habrá sumado a sus bienes mucho más de lo dado y habrá multiplicado su bienestar con el bienestar de otro.

Por ello Jesús dijo: No mires lo que das, sino la intención con que lo das. Si tu intención surge del corazón, con el deseo gozoso de servir a los otros, estará garantizado que obtendrás más de lo que hayas dado en un principio y contribuirás a que otros también tengan más.

La naturaleza nos da ejemplo de la intención verdadera del dar a cada paso, eso lo descubrí cuando alguien me preguntó ¿Qué te pide un manzano para darte manzanas? ¿Acaso te pide que lo alabes, le agradezcas o lo recompenses por las manzanas que te da? No, no lo hace y sin embargo ¿Alguna vez recibes de él otra cosa que no sean manzanas? ¿Te da alguna vez limones por no lo alabarlo o agradecerlo? No, no lo hace, siempre, lo trates como lo trates, te dará manzanas ¿Alguna vez retiene sus manzanas o las dosifica pensando en que si te las da se le acabarán? No. Lo mismo hace el sol, el agua, no te condicionan sus favores a que tú te portes bien con ellos o les des algo a cambio.

¿Por qué entonces los humanos pretendemos siempre atesorar cosas materiales o emocionales? Por un sentido de carencia que nos produce miedo, pensamos que si damos demasiado a los demás perderemos lo que tenemos y nos quedaremos sin nada para el futuro. Pero la realidad no es así, entre más damos más recibimos y generamos mayor bienestar. Las situaciones de carencia en nuestro planeta se derivan de que algunos atesoran demasiado impidiendo que otros tengan lo necesario.
Cierro con una frase extraída de Un curso de Milagros: Para poder tener, da todo a todos.

miércoles, 18 de abril de 2012

EL SER AUTÉNTICO

La autenticidad la define el diccionario como la condición o calidad de ser cierto, luego entonces, hablar de un ser auténtico en nosotros, implicaría que, lo que pensamos que somos, no es cierto parcial o totalmente, pero ¿cómo podríamos ser algo distinto a lo que pensamos que somos? Hay un cuento popular que puede ilustrar esa paradoja de ser los que no somos: Se cuenta que Juan se encontró con Dios al morir y éste le preguntó: ¿Quién eres? a lo que él respondió: - Soy Juan. -Te pregunté quién eres, no cómo te llamas. - Bueno soy contador. – Te pregunté quién eres no a qué te dedicas. - Bueno soy el esposo de María. - No te pregunté si estabas casado sino quién eres… Y así, la historia puede continuar indefinidamente, encontrando múltiples sucesos en nuestra vida que aún así no definen lo que somos sino nuestra situación de vida. Así, que llegar al descubrimiento de nuestro verdadero ser, el ser auténtico, ese que todos llevamos dentro, pero que no dejamos salir al encuentro de otros por miedo, o peor aún, por desconocimiento de que se encuentra dentro, es todo un reto. Quizá, el único reto que debemos afrontar en nuestra vida e implica un viaje interno a través de capas y capas de historia personal y social, para desprendernos de los condicionamientos que hemos acumulado con el tiempo. En la vida vamos adoptando diversos roles, personajes que vamos construyendo conforme las exigencias de los demás, para complacerlos, para sentirnos aceptados y queridos, pero la mayoría de las veces, sintiendo que no somos lo que queremos ser, sino lo que otros desean que seamos, a tal grado, que a veces perdemos la capacidad de reconocer lo que realmente somos. ¿Alguna vez te has preguntado quien eres realmente? ¿Qué te haría sentir un ser pleno? Encontrar nuestro ser auténtico, nos haría explorar y alcanzar nuestras potencialidades, convertirlas en realidad, lo cual, según las creencias orientales, nos convertiría en seres puros, bellos, bondadosos y felices. ¿No te gustaría ser así? Todos tenemos la capacidad de conseguirlo, si nos atrevemos a dejar los condicionamientos absurdos y nos decidimos a actuar conforme, ese ser sabio que llevamos dentro, nos indique las respuestas. Nuestra vida actual nos da un sinfín de ocasiones de ejemplificar que tan alejados estamos de nuestra naturaleza de ser. Hablemos, por ejemplo del dinero, el cual hemos convertido, de ser un instrumento de intercambio a ser un fin en sí mismo, pero ¿Para qué nos sirve en última instancia? ¿Necesitamos realmente tener dinero como medio de intercambio? ¿No sería mejor intercambiar bienes por bienes? ¿No sería mejor repartir los bienes entre todos en lugar de especular con ellos? ¿No podríamos así acabar con el hambre y la insalubridad en el mundo, en lugar de tener millones guardados en los bancos? Y si hablamos del trabajo, en la actualidad la mayoría de las personas trabajan para conseguir dinero con el cual satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, vestido y vivienda ¿No sería mejor que realizáramos las actividades que nos gustan, en lugar de esclavizarnos en una actividad vacía que no nos llena? ¿No sería mejor que tuviéramos nuestras necesidades primarias cubiertas y que trabajáramos por diversión, por satisfacción según nuestras capacidades y gustos? ¿Realmente tenemos todos que ser infelices por conseguir dinero? ¿Qué te gustaría hacer de no tener que trabajar por dinero? La crisis económica mundial donde los pobres son cada vez más podres y los ricos más ricos y donde los índices de estrés e infelicidad son cada vez mayores nos deberían indicar, en lo profundo, que estamos alejándonos de nuestra naturaleza real y que debemos cambiar nuestras condiciones de vida. Y para lograrlo debemos hacer caso a la vocecita interna que nos indica que debemos buscar el bien común y no el individual, la satisfacción y el disfrute en lugar de la ganancia, la armonía en lugar del conflicto, le felicidad en lugar del dolor, quizá entonces podamos encontrar nuestro ser auténtico. Y no se trata de ir en contra de todo lo establecido, sino saber lo que realmente se alinea con lo que somos y con el ser Universal. Te invito entonces a reflexionar en todas tus circunstancias de vida y encontrar en ellas tu verdadero ser y el de los demás. Y te sugiero como Adyashanti : “Empieza ahora, en este momento, te pido que seas el Buddha, te pido que tomes tu puesto, que estés firme en tu intención de despertar a la verdad de Tu Ser Verdadero”.

miércoles, 7 de marzo de 2012

EL PERDÓN

Hoy me gustaría explorar el tema del perdón. El perdón regularmente lo asociamos con el olvido y la disculpa, es decir, lo asociamos con el acto de bondad que ofrecemos a los demás cuando nos ofenden, pero el perdón va mucho más allá de esa concepción judeo-cristiana. Para mí, el perdón tiene más que ver con nuestro camino hacia el amor, tanto el amor a uno mismo como del amor a los demás, porque el amor no puede darse hasta en tanto abracemos lo que somos, y lo que son los otros, con todo nuestro ser. Ese abrazo incondicional significa total aceptación, que sólo puede darse cuando hemos aprendido a entender y vivir con nuestros defectos y errores. El perdón es entonces, el acto de entender que los seres humanos somos seres en continua evolución y por ello vamos experimentando y equivocándonos a cada paso, es entender también, que nuestro desarrollo no es uniforme, es decir que cada uno evoluciona a ritmos y en aspectos distintos, y una tercera cuestión a considerar en el perdón es que todos necesitamos de la interacción con otros para nutrirnos y crecer. Partiendo de estas tres premisas es como los seres humanos interactuamos con los demás, llevando y aportando a la relación lo que conocemos, según nuestro grado de desarrollo y sin considerar el grado de evolución de los demás, asumiendo, sin embargo, que es igual o similar Quizá el mayor problema en las relaciones humanas no es que aportemos lo que conocemos y creemos, sino que asumimos como verdadero eso que conocemos y creemos y además, al asumirlo como verdadero, pretendemos que es universal, por tanto los demás tienen la obligación de conocer y creer lo mismo que nosotros. Desde luego que todo eso genera conflictos que, cuando no son resueltos adecuadamente, desgastan e incluso terminan con las relaciones. Para lograr el perdón, el nuestro y el de los otros, entonces, debemos estar conscientes esas premisas y entonces entender que cada uno de nosotros hace lo mejor que puede con lo que sabe, es decir, no es que hagamos las cosas con afán de molestar a los otros, actuamos desde lo que creemos y conocemos simplemente. Una vez que tomamos conciencia de lo anterior, estamos en posibilidad de admitir que podemos estar muy equivocados en nuestras creencias y podemos tener conocimientos muy limitados que a su vez limiten nuestras respuestas, pero que nuestros errores y limitaciones se pueden subsanar si nos abrimos a conocer y experimentar otras posibilidades, pues no nos equivocamos de mala fe. Desde luego que podemos cerrarnos y aferrarnos estúpidamente a lo que creemos y no darnos la oportunidad de conocer otras alternativas de respuesta, pero en esos casos es nuestro miedo y no la mala fe lo que nos impulsa a ello. Analizando, pues, estas circunstancias entenderemos que cuando nos disgustamos con alguien por lo que nos hizo o le guardamos rencor por ello, es que en realidad lo estamos culpando sin realmente ponernos a reflexionar sobre las circunstancias que lo llevan a actuar así. Y entonces lo que realmente hacemos es proyectar sobre él nuestras propias carencias y miedos. Que mejor anécdota para ejemplificar esta situación que la contada sobre el maestro Jesús al estar en la cruz, cuando oró para que su padre perdonara a quienes lo habían crucificado pues, no sabían lo que hacían. Si entiendo que las respuestas que recibo del otro o de mí mismo cuando me hago daño, provienen del miedo, el desconocimiento y la carencia, puedo entender que realmente no hay culpables, pues lo que me hago o me hacen otros, ni siquiera va dirigido realmente a mí, sino a los fantasmas que uno proyecta en el otro como defensa ante esos miedos y carencias. Al entender que no hay intencionalidad en las acciones, entiendo entonces que tampoco puede haber culpabilidad real. Cuando reacciono, en cambio, con ira, enojo y violencia hacia el otro, me lleno yo también de sentimientos negativos y replico las acciones de quien me ofendió, negándome y negándole al otro, la oportunidad de aprender nuevas respuestas que aminoren sus carencias y miedos, en detrimento del crecimiento de ambos. Ya te habrás dado cuenta, entonces, de que el perdón beneficia más a quien lo otorga que a quien lo recibe, porque te libera de toda la responsabilidad del problema, pues aunque tú no lo hayas generado, eres tú quien cargaba con las consecuencias al llenarte de sentimientos negativos, sin embargo, a través del perdón te liberas de la carga negativa, dejando la compasión y la paz. Cerramos con una frase de Mark Tawin: El perdón es la fragancia que la violeta derrama en el talón de quien las pisa.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Wabi-sabi: La belleza de lo imperfecto, temporal y asimétrico como estilo de vida.

Hace algunos días, me encontré con este término estético japonés: Wabi-sabi, el cual representa toda una filosofía de lo perenne, imperfecto y asimétrico como características intrínsecas de lo bello. A veces a los occidentales, empeñados como estamos, en vivir algo único, el síndrome de “lo más”, como yo lo denomino: la experiencia más extraordinaria, más alucinante, más bella, más satisfactoria, es decir, empeñados en la perfección y ostentación de todo, nos cuesta trabajo encontrar la belleza en lo simple, lo natural, lo cotidiano, lo de todos los días, lo que nos encontramos ante nuestras miradas en nuestro andar por la vida. Pasamos por la vida sin darnos cuenta de los regalos que la vida misma nos ofrece a cada paso: Vemos un cielo despejado con nubes como pinceladas y en lugar de maravillarnos por su belleza y agradecerla, nos quejamos del sol, de que no existe sombra que nos cubra, etc. Observamos una estrella refulgiendo justo delante de nosotros al voltear la mirada hacia el cielo y no nos maravilla; Observamos una planta entre el sofocante asfalto abriéndose a la vida y la arrancamos porque arruina el paisaje o estorba nuestro paso. Y desde luego pasamos por la vida sin ver siquiera a los que se nos cruzan en ella, por miedo a involucrarnos más allá de lo que nuestra individualidad nos permite. La belleza para poder ser percibida y admirada, tal como plantea la filosofía wabi-sabi, requiere involucrarnos, trascender los modos convencionales de mirar y pensar las cosas, ver la esencia más allá de la forma, pues en ella podemos encontrar la razón y belleza de lo exterior. Por ejemplo, si observamos un rostro, el nuestro ante el espejo por ejemplo, observamos que nuestros ojos no son totalmente simétricos, que una ceja se encuentra más arriba y más poblada que otra, que tenemos un orificio nasal más grande, una comisura labial más pronunciada, pero justo son esas imperfecciones, asimetrías y rasgos lo que hacen, en lo externo, lo que somos, lo que nos hace únicos y distinguibles de los demás. Si a alguien se le ocurriera hacernos un retrato y tratara de emparejar en él las imperfecciones que tenemos acabaríamos por no reconocernos en él, y efectivamente no nos representaría. También, si tuviéramos por costumbre observarnos detenidamente y observar nuestro entorno con ese mismo detenimiento, nos percataríamos que a cada momento todo cambia de forma, que todo es mutable y todo en un momento dado tiende a la nada de la que partió, es decir que todo nace, muere y cambia continuamente a nuestro alrededor, incluso nosotros, porque esa es nuestra naturaleza, el cambio infinito. Es por eso que el wabi-sabi es el sentido estético de lo perenne, de lo mutable, nada permanece al momento siguiente como fue en el momento anterior. Pero el ser humano común no nota esos cambios porque no observa detenidamente y no vive en el aquí y ahora. Vivimos inmersos en el pasado, observamos a los demás desde el pasado, desde lo que fueron, desde lo que nos hicieron, de lo que sentían, de cómo actuaban. No damos a los demás y nos damos a nosotros mismos la posibilidad de cambiar en el tiempo, de observar efectivamente que somos otros y que por lo tanto no podemos, ni debemos, imaginar que todo sigue como ayer, porque entonces nos limitamos y nos extraviamos en el devenir. Quizá por eso cuando observas a los seres humanos sus miradas parecen extraviadas, porque se perdieron en un momento del tiempo y la existencia que ya no es y no encuentran como empatarse con el aquí y el ahora. En síntesis, Los postulados del wabi-sabi, según nos dice Leonard Koren, en su libro Wabi-sabi para artistas, diseñadores, poetas y filósofos, son: 1. Todas las cosas son mudables: La tendencia hacia la nada es implacable y universal. Incluso cosas que tienen todas las características de la sustancia (duras, inertes, sólidas) no ofrecen más que una “ilusión” de permanencia. Todo se gasta. Los planetas y las estrellas, e incluso las cosas intangibles como la reputación, la herencia familiar, la memoria histórica, los teoremas científicos, las pruebas matemáticas, las bellas artes y la literatura (incluso en su forma digital): a la larga, todos se desvanecen en el olvido y la no existencia. 2. Todas las cosas son imperfectas. Nada de lo que existe está libre de imperfecciones. Cada artesano conoce los límites de la perfección: las imperfecciones saltan a la vista. Y cuando las cosas empiezan a estropearse y se acercan a su estado primordial, se vuelven incluso menos perfectas, más irregulares. 3. Todas las cosas son incompletas. Todas las cosas, incluso el universo mismo, están en un estado constante, perpetuo de transformación o de disolución. La noción de conclusión no tiene cabida en el wabi-sabi. Así que mi invitación hoy es a aprender a ver las cosas tal y como son, y aprender a ir más allá de la mirada para poder aprehender la belleza intrínseca en todo lo existente.

miércoles, 11 de enero de 2012

¿Y SI ESTA VIDA FUERA UNA VACACIÓN?

Hoy viendo un programa de televisión (Dead like me) escuché algunas reflexiones sobre la vida y la muerte que me hicieron preguntarme ¿y si eta vida fuera una vacación?
Para quienes no hayan visto esta serie que ahora transmite sony spin, es una serie que habla de unas personas “no muertas” denominadas “rippers” que se dedican a sacar las almas de los cuerpos que están a punto de morir para que no se queden atrapadas y puedan transitar hacia “el otro lado”, cualquier cosa que esto signifique.
Todos continuamente nos preguntamos que hay más allá de esta vida, si esta vida lo es todo o si sólo es una pequeña parte de una existencia eterna dividida en pequeños periodos de vida en este plano y largos periodos de vida en otros planos. Quizá todos tengamos una visión distinta de lo que acontece al morir, sin embargo, considero que la creencia en un más allá, cualquiera que sea la definición y forma que le des, es una creencia mayoritaria, cuestionable o no, eso no lo abordaré aquí, sino que partiré de esa premisa para desarrollar la idea.
En el episodio en cuestión de la serie televisiva, les toca a los rippers hacer trabajo de archivo, y entonces tienen que clasificar los últimos pensamientos de esas almas que extraen del cuerpo y de lo que una de los rippers se percata es que lo últimos pensamientos de esas almas son muy similares, del tipo: Estoy solo, no tengo a nadie, si hubiera amado más, si hubiera sido más feliz, si me hubiera atrevido a y cosas por el estilo. Es decir, siempre nos lamentamos de cosas que dejamos pendientes y para las cuales no nos hemos dado tiempo en esta vida.
Y bueno, eso nos lleva a preguntarnos entonces ¿y qué sentido tiene esta vida si siempre, al final, nos sentimos inconclusos, insatisfechos? ¿Y entonces cómo podemos aprovechar mejor esta vida para llegar a sentirnos satisfechos cuando termine? Esas preguntas, desde luego las han tratado de resolver muchos filósofos y científicos de todo tipo, pero quizá ninguna teoría formulada hasta el momento podría tildarse de ser la teoría universal.
Entonces tenemos las mismas preguntas y todas estas respuestas diversas, algunas de las cuales nos harán mayor o menor sentido, sin embargo existen algunas que han sido dominantes y transmitidas de generación en generación.
Por ejemplo siempre hemos pensado que estamos acá a prueba, para “ganarnos” el paraíso o el infierno, que estamos aquí para sacrificarnos para conseguir la expiación de nuestros pecados. El resultado de esas creencias, entonces, es que pensamos que la vida es dura y de sacrificios y que si no experimentamos ambos, sacrificios y dureza, en cantidad suficiente, entonces nuestra vida no tiene sentido.
Pero hoy me pregunté ¿y si fuera al revés? ¿Si hemos estado visualizando la vida de manera opuesta a como debimos observarla? Y eso originó mi pregunta inicial, ¿y si realmente esta es la vacación? ¿Y si se supone que esta vida la debimos aprovechar no para sufrir y trabajar sino para disfrutar, para ser felices, para hacer felices a otros, para disfrutar de todo lo que se nos ofrece?
Creo que esa visión daría un giro de 180º. a la manera como la vemos generalmente. Porque siendo así en lugar de pasar la vida sufriendo y trabajando y haciéndonos la vida de cuadritos, como lo hacemos ahora. Pues nos dedicaríamos a disfrutar, relajarnos, sentirnos libres, para estar en donde queremos estar, con quien queremos estar, por el tiempo en que nos plazca estar y disfrutarlo con todo nuestro ser por el tiempo que dure.
¿Con qué visión de la vida quedarías más satisfecho?